Guardia indígena de las montañas de Miraflores, Colombia. Primera fotografía: Sandra Bejarano Aguirre / Tierra de resistentes
Edith Taborda en diálogo con el presidente de Colombia Gustavo Petro. Segunda fotografía: Imagen de la grabación del evento
Aunque la comunidad y sus líderes han recibido continuas amenazas como consecuencia de su trabajo, esta lucha los ha fortalecido colectiva e individualmente.
Escucha la historia de Edith Taborda en el siguiente video para conocer sobre esta resistencia colectiva que históricamente ha marcado al pueblo indígena Embera Karambá en defensa de su tierra y territorio:
Luchar por los derechos ambientales puede ser un trabajo muy peligroso, como se ha observado en los otros países. Varias de las organizaciones copartes del FNDH que trabajan por los derechos ambientales y de los pueblos indígenas se enfrentan a graves riesgos de seguridad, por lo que es necesario mantener su anonimato.
Existe una amenaza creciente para las comunidades locales, ya que las negociaciones mundiales sobre los objetivos de mitigación del cambio climático han aumentado la demanda de minerales esenciales. Muchos países del Sur Global están sacrificando el ambiente y los derechos humanos ante esta demanda. Esto está poniendo a las comunidades, especialmente a las mujeres, en mayor riesgo de perder sus ecosistemas y recursos de biodiversidad, que son las fuentes primarias de su seguridad alimentaria, sustento y espiritualidad.
Por ejemplo, en la India, mientras se subastan ahora combustibles fósiles con varias concesiones mineras a entidades privadas, las comunidades indígenas que protegen estos recursos se enfrentan a la intimidación de la industria minera y las autoridades estatales. Se están destinando tierras forestales a nuevas licencias mineras, así como a plantaciones y programas de deforestación financiados por gobiernos del Norte Global e instituciones financieras internacionales, lo que provoca más angustia y riesgos para las comunidades. Estas plantaciones están sustituyendo a las prácticas comunitarias y conocimientos de conservación y a los derechos sobre la tierra, causando más daño a estos ecosistemas que soluciones restauradoras. Las políticas de género y de salvaguarda social de estos fondos de acción climática ofrecen poco alivio o protección a las comunidades afectadas, que se ven amenazadas por desalojos y violaciones constitucionales.